Preguntas frecuentes
¿Qué es el DOMUND?
El DOmingo MUNDial de las Misiones es el día en que
toda la Iglesia universal reza por la actividad evangelizadora de los
misioneros y misioneras, y colabora económicamente con ellos en su labor,
especialmente entre los más pobres y necesitados.
¿Por qué el DOMUND?
El 37% de la Iglesia católica lo constituyen
territorios de misión, un total de 1.100 circunscripciones eclesiásticas que
dependen de la ayuda personal de misioneros y misioneras y de la colaboración
económica de otras Iglesias para realizar su labor.
¿Para qué el DOMUND?
Con los donativos se subvenciona el sostenimiento de
los misioneros y sus colaboradores. También se atienden otras necesidades
especiales: construcción de iglesias y capillas, formación cristiana, compra de
vehículos..., además de desarrollar proyectos sociales, educativos y
sanitarios.
¿Cómo se distribuye el
dinero del DOMUND?
La Asamblea Plenaria de los Directores Nacionales de
las Obras Misionales Pontificias, que se celebra cada año en Roma, distribuye
equitativamente entre las solicitudes presentadas por los misioneros la
totalidad de las aportaciones llegadas de todo el mundo. Por eso se pide la
colaboración con el DOMUND sin hacer referencia a proyectos concretos.
¿Cómo colaboran los
fieles?
Con un donativo en la Jornada, haciéndose socio con
una cuota o haciendo beneficiario en testamentos y legados al Domund.
¿Llega a los
misioneros todo el dinero?
El donativo que cada fiel entrega para las misiones es
recogido en la Dirección Nacional de OMP y enviado a los territorios de misión,
salvo un mínimo porcentaje para gastos de administración.
¿Atienden los
misioneros situaciones de emergencia?
Ante catástrofes naturales o bélicas, los misioneros
canalizan la ayuda de organizaciones sociales y se dedican a atender a los
damnificados. El DOMUND colabora con ellos principalmente para que puedan
permanecer en la misión tras esas situaciones de especial emergencia
humanitaria.
¿Qué es la obra de la
propagación de la Fe y cuándo nació?
La Obra Pontificia de la Propagación de la fe es una
institución universal de la Iglesia de cooperación con las misiones a través de
la oración, el sacrificio, la promoción de las vocaciones misioneras y la
cooperación económica y material de los cristianos de todo el mundo.
Esta Obra nació en Lyon, Francia, en 1822, por
iniciativa de la joven Paulina Jaricot. Comenzó implicando a los trabajadores
locales para que apoyasen las misiones con una pequeña limosna cada semana. Un
siglo después, establecida ya la Obra en casi todos los países del mundo, el
Papa Pío XI la convirtió en el cauce oficial de toda la Iglesia católica para
ayudar espiritual y económicamente a la actividad misionera de la Iglesia.
¿Cuándo se celebra
esta jornada?
La actividad de cooperación espiritual y
material de esta Obra es permanente durante todo el año, pero alcanza especial
significación durante el llamado "Octubre misionero". El día del
DOMUND es el centro de la celebración misionera.
¿Cuáles son sus
principales fines?
1. Iniciar a los fieles en la “contemplación”
del rostro de Dios, en el que se reflejan los rostros de los más pobres y
necesitados.2. Promover entre los fieles una sensibilidad y predilección hacia los que, aun sin saberlo, buscan conocer y ver a Jesús.
3. Participar en las actividades organizadas por las comunidades eclesiales con motivo de la celebración del DOMUND.
4. Colaborar con una generosa aportación económica para atender las necesidades materiales de los misioneros y de las misiones.
5. Intensificar la oración y el sacrificio por las vocaciones misioneras de sacerdotes, religiosos y religiosas, y laicos.
Explicación del lema y del cartel
"Sé valiente, la misión te espera"
El próximo 22 de octubre la Iglesia celebra la Jornada
Mundial de las Misiones, el Domund, una jornada misionera en la que de un modo
especial, la Iglesia universal reza por la misión y los misioneros y colabora
con ellos.
El lema del Domund de este año 2017 es: “Sé valiente,
la misión te espera” invita
a ser valientes y comprometerse a fondo con la labor misionera de la Iglesia.
“Sé valiente”. El papa Francisco invita continuamente a retomar la
audacia del Evangelio. Coraje y valentía para salir de nosotros mismos, para
resistir la tentación de la incredulidad, para gastarnos por los demás y por el
Reino, para soñar con llegar al más apartado rincón de la Tierra.
“La misión te espera”. Es la hora de tener valor para tomar parte en la
actividad misionera de la Iglesia. Hasta el último confín, sin límites ni
fronteras. Todos estamos llamados a la misión. El anuncio del Evangelio es una
necesidad del creyente.
“La misión en el corazón de la fe cristiana”. Lo recuerda el Papa Francisco en su mensaje para la
Jornada Mundial de las Misiones 2017. La mayoría de los bautizados viven la
misión en su vida diaria, algunos son enviados por la Iglesia como misioneros;
pero todos sienten la necesidad de transformar su existencia en un compromiso
misionero. Se trata de “salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a
todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 20).
Con la Jornada Mundial de las Misiones, Domund, se apoya económica y espiritualmente a los
territorios de misión, aquellos lugares del
mundo donde el Evangelio está en sus comienzos y la Iglesia aún no está
asentada. Estos territorios están confiados a la Congregación para la
Evangelización de los Pueblos, y dependen de la labor de los misioneros y del
sostenimiento económico de las Obras Misionales Pontificias (OMP) de todo el
mundo.
Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de
las Misiones 2017
Queridos hermanos y hermanas:
Este año la Jornada Mundial de las Misiones nos vuelve
a convocar entorno a la persona de Jesús, «el primero y el más grande
evangelizador» (Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 7), que nos llama
continuamente a anunciar el Evangelio del amor de Dios Padre con la fuerza del
Espíritu Santo. Esta Jornada nos invita a reflexionar de nuevo sobre la misión
en el corazón de la fe cristiana. De hecho, la Iglesia es misionera por
naturaleza; si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo, sino que sería sólo
una asociación entre muchas otras, que terminaría rápidamente agotando su
propósito y desapareciendo. Por ello, se nos invita a hacernos algunas
preguntas que tocan nuestra identidad cristiana y nuestras responsabilidades como
creyentes, en un mundo confundido por tantas ilusiones, herido por grandes
frustraciones y desgarrado por numerosas guerras fratricidas, que afectan de
forma injusta sobre todo a los inocentes. ¿Cuál es el fundamento de la misión?
¿Cuál es el corazón de la misión? ¿Cuáles son las actitudes vitales de la
misión?
La misión y el poder transformador del Evangelio de
Cristo, Camino, Verdad y Vida
1. La misión de la Iglesia, destinada a todas las
personas de buena voluntad, está fundada sobre la fuerza transformadora del
Evangelio. El Evangelio es la Buena Nueva que trae consigo una alegría
contagiosa, porque contiene y ofrece una vida nueva: la de Cristo resucitado,
el cual, comunicando su Espíritu dador de vida, se convierte en Camino, Verdad
y Vida por nosotros (cf. Jn 14,6). Es Camino que nos invita a seguirlo con
confianza y valor. Al seguir a Jesús como nuestro Camino, experimentamos la
Verdad y recibimos su Vida, que es la plena comunión con Dios Padre en la
fuerza del Espíritu Santo, que nos libera de toda forma de egoísmo y es fuente
de creatividad en el amor.
2. Dios Padre desea esta transformación existencial de
sus hijos e hijas; transformación que se expresa como culto en espíritu y en
verdad (cf. Jn 4,23-24), en una vida animada por el Espíritu Santo en la
imitación del Hijo Jesús, para gloria de Dios Padre. «La gloria de Dios es el
hombre viviente» (Ireneo, Adversus haereses IV, 20,7). De este modo, el anuncio
del Evangelio se convierte en palabra viva y eficaz que realiza lo que proclama
(cf. Is 55,10-11), es decir Jesucristo, el cual continuamente se hace carne en
cada situación humana (cf. Jn 1,14). La misión y el kairos de Cristo
3. La misión de la Iglesia no es la propagación de una
ideología religiosa, ni tampoco la propuesta de una ética sublime. Muchos
movimientos del mundo saben proponer grandes ideales o expresiones éticas
sublimes. A través de la misión de la Iglesia, Jesucristo sigue evangelizando y
actuando; por eso, ella representa el kairos, el tiempo propicio de la
salvación en la historia. A través del anuncio del Evangelio, Jesús se
convierte de nuevo en contemporáneo nuestro, de modo que quienes lo acogen con
fe y amor experimentan la fuerza transformadora de su Espíritu de Resucitado
que fecunda lo humano y la creación, como la lluvia lo hace con la tierra. «Su
resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado
el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer
los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable» (Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 276).
4. Recordemos siempre que «no se comienza a ser
cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con
ello, una orientación decisiva» (Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est,
1). El Evangelio es una persona, que continuamente se ofrece y continuamente
invita a los que la reciben con fe humilde y laboriosa a compartir su vida
mediante la participación efectiva en su misterio pascual de muerte y
resurrección. El Evangelio se convierte así, por medio del Bautismo, en fuente
de vida nueva, libre del dominio del pecado, iluminada y transformada por el
Espíritu Santo; por medio de la Confirmación, se hace unción fortalecedora que,
gracias al mismo Espíritu, indica caminos y estrategias nuevas de testimonio y
de proximidad; y por medio de la Eucaristía se convierte en el alimento del
hombre nuevo, «medicina de inmortalidad» (Ignacio de Antioquía, Epístola ad
Ephesios, 20,2).
5. El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como
algo esencial. Él, a través de la Iglesia, continúa su misión de Buen
Samaritano, curando las heridas sangrantes de la humanidad, y de Buen Pastor,
buscando sin descanso a quienes se han perdido por caminos tortuosos y sin una
meta. Gracias a Dios no faltan experiencias significativas que dan testimonio
de la fuerza transformadora del Evangelio. Pienso en el gesto de aquel
estudiante Dinka que, a costa de su propia vida, protegió a un estudiante de la
tribu Nuer que iba a ser asesinado. Pienso en aquella celebración eucarística
en Kitgum, en el norte de Uganda, por aquel entonces, ensangrentada por la
ferocidad de un grupo de rebeldes, cuando un misionero hizo repetir al pueblo
las palabras de Jesús en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?», como expresión del grito desesperado de los hermanos y hermanas
del Señor crucificado. Esa celebración fue para la gente una fuente de gran
consuelo y valor. Y podemos pensar en muchos, numerosísimos testimonios de cómo
el Evangelio ayuda a superar la cerrazón, los conflictos, el racismo, el
tribalismo, promoviendo en todas partes y entre todos la reconciliación, la
fraternidad y el saber compartir.
La misión inspira una espiritualidad de éxodo
continuo, peregrinación y exilio
6. La misión de la Iglesia está animada por una
espiritualidad de éxodo continuo. Se trata de «salir de la propia comodidad y
atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio»
(Exhort. ap. Evangelii gaudium, 20). La misión de la Iglesia estimula una
actitud de continua peregrinación a través de los diversos desiertos de la
vida, a través de las diferentes experiencias de hambre y sed, de verdad y de
justicia. La misión de la Iglesia propone una experiencia de continuo exilio,
para hacer sentir al hombre, sediento de infinito, su condición de exiliado en
camino hacia la patria final, entre el «ya» y el «todavía no» del Reino de los
Cielos.
7. La misión dice a la Iglesia que ella no es un fin
en sí misma, sino que es un humilde instrumento y mediación del Reino. Una
Iglesia autorreferencial, que se complace en éxitos terrenos, no es la Iglesia
de Cristo, no es su cuerpo crucificado y glorioso. Es por eso que debemos
preferir «una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle,
antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las
propias seguridades» (ibíd., 49).
Los jóvenes, esperanza de la misión
8. Los jóvenes son la esperanza de la misión. La
persona de Jesús y la Buena Nueva proclamada por él siguen fascinando a muchos
jóvenes. Ellos buscan caminos en los que poner en práctica el valor y los
impulsos del corazón al servicio de la humanidad. «Son muchos los jóvenes que
se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de
militancia y voluntariado [...]. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean “callejeros
de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada
rincón de la tierra!» (ibíd., 106). La próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo
de los Obispos, que tendrá lugar en el año 2018 sobre el tema «los jóvenes, la
fe y el discernimiento vocacional», se presenta como una oportunidad
providencial para involucrar a los jóvenes en la responsabilidad misionera, que
necesita de su rica imaginación y creatividad.
El servicio de las Obras Misionales Pontificias
9. Las Obras Misionales Pontificias son un instrumento
precioso para suscitar en cada comunidad cristiana el deseo de salir de sus
propias fronteras y sus seguridades, y remar mar adentro para anunciar el
Evangelio a todos. A través de una profunda espiritualidad misionera, que hay
que vivir a diario, de un compromiso constante de formación y animación
misionera, muchachos, jóvenes, adultos, familias, sacerdotes, religiosos y
obispos se involucran para que crezca en cada uno un corazón misionero. La
Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra de la Propagación de la
Fe, es una ocasión favorable para que el corazón misionero de las comunidades
cristianas participe, a través de la oración, del testimonio de vida y de la
comunión de bienes, en la respuesta a las graves y vastas necesidades de la
evangelización.
Hacer misión con María, Madre de la evangelización
10. Queridos hermanos y hermanas, hagamos misión
inspirándonos en María, Madre de la evangelización. Ella, movida por el
Espíritu, recibió la Palabra de vida en lo más profundo de su fe humilde. Que
la Virgen nos ayude a decir nuestro «sí» en la urgencia de hacer resonar la
Buena Nueva de Jesús en nuestro tiempo; que nos obtenga un nuevo celo de
resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte;
que interceda por nosotros para que podamos adquirir la santa audacia de buscar
nuevos caminos para que llegue a todos el don de la salvación.
FRANCISCO