Luisa de Marillac recibe educación en la abadía de Poissy. Estudia filosofía, latín, música y pintura. En su juventud desea consagrar su vida totalmente al Señor en el convento de las Capuchinas de París. Debido a su delicada salud se oponen a su vocación. Su tío Miguel, tutor de Luisa al morir su padre, le busca un novio.
Muy joven se casa con Antonio Le Gras, secretario de la reina María de Médicis. Nace el pequeño Miguel Antonio. Pasa por momentos de conflicto y tensión, de dudas, de crisis personal ante el giro que lleva su vida. Tras esta etapa, dura pero fortalecedora a la vez, saldrá profundamente transformada el día de Pentecostés del año 1.623. Dios le hizo ver cuál era su proyecto sobre ella. A la muerte de su esposo, en 1.625, conoce a San Vicente de Paúl y sus Caridades para el servicio de los más pobres. Se une a ellas y, con el tiempo, San Vicente la hace responsable de organizar los servicios que atienden las damas de las Caridades, que se habían multiplicado en las aldeas cercanas a París. Santa Luisa se entusiasma en esta obra. En ella ha ido creciendo la sensibilidad hacia los pobres. Los ve, descubre su miseria, su hambre, su abandono... y a la vez que les sirve, alienta a otras personas a que les visiten, les atiendan...
A través de sus andanzas por las aldeas y las calles de la ciudad, había llegado a una conclusión: Las Caridades necesitan chicas que realizarán los servicios más humildes, aquellos que las damas no estaban dispuestos a hacer, chicas que quisieran dar su vida y todo su tiempo por los pobres.
El 29 de noviembre de 1.633 llegan a casa de Luisa 6 jóvenes para formarse y llegar a ser sirvientas de los pobres. Son las primeras Hijas de la Caridad. ¡La Compañía de las Hijas de la Caridad acaba de nacer! Es necesario buscar casas más grandes. Muchas jóvenes desean entregar su vida a Dios para servir a los pobres. Luisa y las hermanas se convierten muy pronto en “maestras” de los niños pobres que corretean por el barrio de Sant Denis. Luego los hospitales de: Angers, Nantes, Hotel Dieu… Luisa prepara a las hermanas para el servicio de los enfermos. La miseria no tiene fronteras ni de espacio ni de tiempo. París es un hervidero de pobres. De todas partes reclaman a las Hijas de la Caridad. Ellas, sostenidas y alentadas por San Vicente y Santa Luisa, multiplican su respuesta: se ocupan de los enfermos en sus domicilios, de los niños abandonados (llamados niños expósitos), de los presos en trabajos forzados, ancianos, enfermos mentales...
Muere el 15 de marzo de 1.660. En el testamento les dice a las Hijas de la Caridad: amor cordial entre ellas, devoción a María y el servicio a los pobres. El 10 de febrero de 1.960 Juan XXIII la proclama patrona de los que se dedican a la Acción Social cristiana.